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Tecnología

Jaime Beriestain: “Quien no arriesga e invierte, difícilmente crecerá”

Por Redacción Capital

El arquitecto chileno Jaime Beriestain cuenta las dificultades y oportunidades de poner en marcha un negocio en su sector, y siendo extranjero. En el año 2000, después de una década trabajando en su tierra natal, Jaime Beriestain se mudó a Barcelona para estudiar un máster de Diseño de Interiores en la universidad BAU Design College.

Al final del posgrado supo que se había abierto un concurso para el primer hotel de la cadena Hilton en Barcelona. Presentó un proyecto y lo aceptaron. Aquel fue el punto de arranque para su empresa, en la que hoy trabajan más de sesenta personas y se facturan más de cinco millones de euros. “Los beneficios del ejercicio pasado fueron inferiores. Durante 2017 decidí invertir una parte para crecer sostenidamente. Como empresario, creo que, quien no arriesga e invierte, difícilmente crecerá”, afirma Beriestain.

Tras aquel primer proyecto con el Hilton, Beriestain ha ido cubriendo diversos hitos en el desarrollo de su marca. En 2010 abrió una sala de exposición en el centro de Barcelona, cerca del edificio La Pedrera de Gaudí. En él exhibe muebles restaurados de mediados del siglo XX, libros y otros productos decorativos. En 2013 inauguró su concept store y su café, en donde muestra diseños de lámparas, sillas, alfombras, gafas de sol… En 2016 fue galardonado como el mejor estudio de diseño de interiores por la revista Architectural Digest de Conde Nast.

En 2017 ha lanzado su oficina en Madrid y en 2018 ha desarrollado su primer proyecto en Norteamérica: Nueva-York. Beriestain admite que sus inicios en España no fueron fáciles: “Uno de mis mayores retos fue llegar a Barcelona solo”. En pocas semanas se adaptó al ritmo y energía de la ciudad. “En lo que al 'business’ se refiere, era extranjero y no fue nada fácil crear una red de contactos sólida que me abriera puertas a nuevos proyectos. Ahí lo pasé mal”, asegura.

A ello hay que unir los errores clásicos de la falta de experiencia inicial: “Me hacía cometer los típicos errores de cálculo: comprar más o menos material del que necesitaba, equivocarme con un tipo de material por ser menos resistente que otro…”. Años después, la situación ha cambiado: “Actualmente, en el supuesto de que en un proyecto se genere una contingencia atribuible a mi equipo, no hay discusión que valga: se pide disculpas y se procura solucionar o subsanar el error lo antes posible. Por supuesto, el cliente no asume ningún coste”. Beriestain ya tiene su filosofía mucho más nítida: “A medida que acumulas experiencia y perspectiva, tienes claro hacia dónde quieres llevar tu firma. Crear una marca implica unos valores y, si se me permite, una escuela en cuanto a metodología se refiere. En el contexto actual de una sociedad muy inmediata en todo aquello que consume, se echa de menos empresas que valoren las cosas bien hechas, el valor del detalle, la creación de piezas únicas, el rigor profesional o la lucha continua para llegar a la excelencia”.

Esos valores trata de reflejarlos en su concept store, clave para su negocio. “Gracias a él, algunos clientes se enamoraron de mi trabajo y ahora los tengo en el Studio y les diseño viviendas, hoteles o locales públicos”, explica. Los hoteles de cuatro y cinco estrellas en España y en Europa han formado parte de su trabajo. Por un hotel de cinco estrellas en España cobra entre 2.500 y 3.000 euros por metro cuadrado, incluyendo su construcción y/o reforma integral, con todos los elementos técnicos y decorativos (ventanas insonorizadas, mármoles de primera calidad, etc.). De entrada, a algunos les parece muy caro. Así se lo dijo un cliente hace unos años. Después de explicarle los motivos, ha hecho con él cuatro proyectos. “La experiencia me dice que aquello que busca ser económico, no gastar o hacer una inversión justa acaba saliendo más caro”, señala. “Siempre advierto que no soy económico. Como contrapartida, en mi hoja de encargos salen todas y cada una de las partidas a las que se va a destinar cada uno de los euros que el cliente invierta en el proyecto”, añade.

Asegura que su presupuesto nunca ha superado una desviación del 1-2% sobre lo previsto, salvo contingencias fortuitas o de fuerza mayor. Por otro lado, hay clientes a los que les gusta tener obras de arte en los hoteles o en sus casas particulares. “En tal caso, el precio lo determina el mercado. Siempre procuramos tener los contactos para conseguir las piezas al mejor precio posible”, indica Beriestain. Mucho trabajo de detalle, por tanto, apostando por dar más calidad que cantidad para tratar de ofrecer un producto excelente.

Ahí es donde busca el valor añadido que conquista al cliente, algo que no es fácil de conseguir. Este trabajo duro es el que le ha servido para ir labrándose un hueco en el negocio: “Cuando en mi carrera profesional me han llegado los éxitos y reconocimientos, para mí siempre valen el doble. En primer lugar, porque uno saborea y valora el éxito cuando también ha probado el fracaso. Y en segundo lugar, porque es una gran satisfacción cuando alguien que no es de tu tierra valora tu persona y tu trabajo”.

Esa labor exigente también le ha llevado a estimular su creatividad y ampliar y diversificar su oferta: “Tener un negocio de restauración (el Café) me ha permitido ponerme en la piel del cliente que me pide un hotel con espacios gastronómicos. Cuando hacemos un espacio gastronómico, pensamos cada detalle: iluminación, color de las vajillas, vegetación, mobiliario, etc. Todo ello para conseguir un ambiente único e irrepetible en el que el cliente, además de disfrutar de la comida, viva una experiencia completa”.

Algunos clientes reconocen que lo consigue, y que su Café les transporta a Londres o París. Beriestain intenta trasladar su creatividad aún a más terrenos: ha creado un jabón de manos de menta con su marca, produce una vajilla artesanal que le condujo a recorrer toda España buscando un alfarero capaz de llevarla a cabo…

Muchas ideas en las que también está presente lo que él llama apetito de riesgo, esa cualidad con la que se esfuerza en aportar un valor continuo a su negocio; algo clave, porque, como dice, “en un mundo globalizado como el de hoy, en el que no solo tienes competencia en tu ciudad, sino en cualquier parte de planeta, si te duermes en los laureles, te va a costar mucho despertarte y seguir luchando por estar entre los mejores”.

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