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Opinión

Redacción Capital

¿Debemos estar preocupados?

Juan Velarde Fuertes es economista y catedrático.

En estos momentos existen una serie de problemas muy serios que, en caso de que no sean resueltos, son capaces de provocar un futuro alejado de cualquier idea de posible prosperidad para un largo período de tiempo en la economía española. Pero por otra parte no puede dejar de tenerse presente que la sociedad obliga a que el ritmo de desarrollo que había experimentado desde 2014 a 2018 debería permanecer. En este doble sentido, los síntomas de alarma tienen que ser analizados, y de este análisis se desprende que son varios e importantes.

El primero de ellos procede de datos iniciales relacionados con las fuerzas políticas que auxilian al Gobierno socialista de Sánchez. Las posturas de estos grupos van por un lado hacia medidas de incremento del gasto público. De tal cuestión puede crecer un obstáculo en una economía como la española, que ya posee un volumen considerable de deuda pública, y que, simultáneamente, al encontrarse en el área del euro, ha de olvidar aquella salida de alta tradición española de resolver con medidas inflacionistas. El problema de la deuda pública tampoco admite la solución de un fuerte incremente impositivo. No sólo porque la curva de Laffer nos informa de la posibilidad de que incluso se recaude menos con más presión fiscal, sino además porque los trastornos que se originarían simultáneamente sobre la función de oferta y la función de consumo, lo empeorarían todo. La salida para liquidar la deuda únicamente puede venir de la decisión de reducir el gasto público, pero dígase esto a esa multitud de partidos, de Comunidades Autónomas, de sectores concretos del gasto público que no están dispuestos a permitirlo, con lo que se perderían posiciones electorales.

"La salida para liquidar la deuda únicamente puede venir de la decisión de reducir el gasto público"

Pero esto se complica con el descenso del mantenimiento de una gran unidad en el mercado español. Desde Adam Smith a Allyn Young, sabemos que los mercados homogéneos son los únicos adecuados. Mas he aquí las exigencias que se ve obligado a aceptar el Gobierno Sánchez, en Cataluña, trastornando nada menos que la homogeneidad del mercado español. Añádanse aceptaciones recientes a exigencias de las Autonomías, que significan, por ello, decisiones administrativas dispares entre esos ámbitos autonómicos, con lo que se esfuma cada vez más esa necesaria homogeneidad del mercado. El complemento exterior, con problemas como los derivados del Brexit, con retrocesos en los ámbitos iberoamericanos en amplias zonas donde existe fuerte inversión española, amplía el problema.

A todo esto hay que agregar la tentación creciente de modificar las condiciones actuales del funcionamiento del mercado laboral. Si aumentase su rigidez, como solicitan las mayores, e influyentes, organizaciones sindicales, se provocará –ya lo hemos visto durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero- paro obrero, y automáticamente se intentaría aliviarlo con más gasto público.

España, además, para poder mantener su competitividad en los mercados internacionales, cuestión clave para el desarrollo como se observó de 1959 a 2018, necesita resolver el problema energético, abandonando argumentos ecologistas sin base científica. Da la impresión de que, aparte de algunas cuestiones de no demasiado monto, como lo que sucede con el carbón, es necesario que no se olviden soluciones esenciales a largo plazo. Un caso que hay que calificar como escandaloso es el que ha sucedido en relación con el almacenamiento de residuos nucleares, sin olvidar tampoco abandonos importantes en el campo de todas y cada una de las energías disponibles.

"España necesita resolver el problema energético, abandonando argumentos ecologistas sin base científica"

Una cuestión muy seria es la relacionada con el incremento del turismo extranjero. Ha constituido una de las bases importantes que impulsan nuestro desarrollo. Pero ello, por un lado, exige la existencia de un marco legislativo muy homogéneo dentro del ámbito de la Unión Europea, y por otro, un ambiente notable de estabilidad sociopolítica, como por ejemplo la que existió en España a partir de su ingreso en 1985 en el ámbito comunitario. Cualquier amenaza en este sentido, no sólo puede afectar, por ejemplo –y sería una carga- al turismo, sino además a la inversión extranjera en España a largo plazo. En este sentido, una serie de populismos nacidos en el Mediterráneo, y que al mismo tiempo parecen consolidarse en África en relación con el mahometismo, crea complementariamente una presión que puede complicar el futuro de parte de nuestra población activa.

Añadamos que estas perturbaciones pueden, muy seriamente, afectar a medidas obligadas, relacionadas forzosamente, tanto con exigencias tecnológicas, como con necesidades forzosas de la defensa nacional y la lucha contra el citado terrorismo islámico. Por todo lo dicho, creo que debemos estar seriamente preocupados si no vemos inicios de rectificación.

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