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Opinión

Redacción Capital

La batalla intelectual de los socialistas

El socialismo existe desde 1848, pero, ¿aquel modelo económico socialista tiene alguna semejanza con el actual? En España, el socialismo necesitó abandonar continuamente multitud de sus planteamientos económicos, concretamente los expuestos a partir de 1874. Desde esa fecha se vinculó con gran cantidad de líneas doctrinales derivadas del modelo castizo nacido en esa fecha. Basta recordar que en el desarrollo de ese modelo nos encontramos con la vinculación de realidades proteccionistas, corporativistas, incluso inflacionistas, todo ello intentando tener en cuenta una política social preocupada por las necesidades de los asalariados. Este panorama lo vemos a partir de la Restauración y Cánovas del Castillo, y llega a la Dictadura de Primo de Rivera, y por supuesto a la II República con Alcalá Zamora, e incluso a posturas concretas expuestas por los Gobiernos de Franco hasta 1957. A partir de ahí nace un planteamiento aperturista en España, que a través de la Transición conducirá a nuestra integración en el modelo económico comunitario, pero en él surge un complemento, que se había iniciado con fuerza a partir del llamado proceso 1001, que consagró la importancia sociopolítica de las ideas utópicas de Comisiones Obreras. Pareció que esa influencia se iba a frenar, con anuencia del socialismo, a partir del Pacto de La Moncloa, pero surgió el mensaje de Comisiones Obreras, una y otra vez, a causa del poder sindical.

La base esencial consolidada tras todo esto no caminaba precisamente por derivaciones del modelo básico de Marx, sino que buscaba refugio en pretendidos enlaces entre tesis derivadas de algún modo de Keynes que resultaban, de cierta manera, coherentes con herencias que, todo un conjunto de economistas, intentó enlazar con Marx. Basta recordar posturas como las de Joan Robinson o la de Oscar Lange. Y daba la impresión de que enlazaban, en el caso de España, con el planteamiento político generado por la Transición, y  se veía, concretamente en Francia, que ese sendero era el adecuado para planteamientos socialistas.

Surgió así, con la sucesión del final del modelo aperturista, lleno de concepciones ortodoxas para asumir los enlaces con Europa y que culminaba Leopoldo Calvo Sotelo. El planteamiento derivado del triunfo electoral socialista que condujo al Gobierno de Felipe González exigió buscar una senda segura dentro de estas orientaciones. Esta se contemplaba, sin duda alguna, con el modelo implantado por Mitterrand puesto en marcha en Francia. Era la consagración de planteamientos nacionales expansivos de la demanda, con lo que se pensaba liquidar el miedo ante el incremento de la competitividad internacional. Pero esta chocaba inmediatamente con un creciente intervencionismo estatal, con mejoras en la política social, con crecientes déficits en el terreno presupuestario, todo ello en búsqueda de eliminar el desempleo. Automáticamente así se prescindía radicalmente en el socialismo de la que podríamos denominar línea marxista-leninista-stalinista que había fracasado, desde luego en Rusia, y que en el ámbito de los países del Pacto de Varsovia iba de tropezón en tropezón, con el contraste, especialmente radical, entre las dos Alemanias, expuesto día a día a un lado y a otro del Muro de Berlín.

He aquí que este modelo de Mitterrand fracasaría al poco tiempo, pero su fracaso, que alteró el peso del socialismo en Europa, hasta el punto de iniciar un retroceso en los planteamientos políticos, no se tradujo en el caso español. El modelo renació con Felipe González, y a pesar de su fracaso desde el punto de vista de impedir la generación de una fuerte crisis, renació con Rodríguez Zapatero. Es importante señalar que dentro del socialismo surge en España una rectificación importante debida a Solchaga. Sin embargo, al llegar Sánchez, esa línea de abandono de gasto público para generar empleo, de frenar la radicalización de medidas favorables para los puntos de vista sindicales en el mundo de los mercados concretos laborales, de las pérdidas de competitividad, de la falta de reacción ante frenos a la competitividad internacional, prácticamente se ha abandonado.

Los viejos mensajes derivados de Marx, los nuevos que buscaron emparentamiento con Keynes , se han esfumado. Queda un oscuro refugio en este último, pero en combate diario con la presión comunitaria por lo que se refiere al socialismo español. 

Al contemplar este panorama del mundo socialista, no encontramos hoy nada diferente a simples reacciones momentáneas y carentes ya de arraigo hacia el futuro. No se encuentra ni un mínimo apoyo que proceda de algo parecido a lo que fue Marx o el conjunto de Keynesianos del siglo pasado.

D. Juan Velarde Fuertes es catedrático emérito de Estructura Económica de la Universidad Complutense.

Columna publicada en el número de abril de 2019 de la Revista Capital.

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