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Revista Capital

Moda y Covid-19: una nueva realidad

Por Redacción Capital

Por Cristina Cereceda. 

La industria textil de nuestro país representa un 2,8% del Producto Interior Bruto, supone un 4% en el mercado laboral y un 8,9 es el porcentaje que representan los productos de moda en el total de las exportaciones españolas de bienes (según el último informe económico de la moda en España 2020 elaborado por Modaes. es en colaboración con el Centro de Información Textil y de la Confección y con el patrocinio de la compañía Accenture). Con estas cifras sobre la mesa, se puede entender mejor el efecto que ha causado la pandemia sobre el sector.

En marzo del año pasado, coincidiendo con el periodo de confinamiento más estricto, numerosas fábricas tuvieron que adaptar su modelo de negocio a la producción de productos esenciales como las mascarillas, la distribución se bloqueó varios meses y, como ya es sabido, muchas tiendas de moda se mantuvieron cerradas. Ante este panorama, las marcas de moda low cost y las firmas de lujo (aquí se demuestra que la pandemia no entiende de clases) optaron por llevar a cabo algunos cambios y tomar medidas, unas más tímidamente, otras de forma más radical. Los perdedores, una vez más, han sido muchos pequeños comercios textiles independientes que, ante la situación, se han visto obligados a echar el cierre.

Que la moda, nacional e internacional, transita hacia un nuevo paradigma es innegable y que el coronavirus ha acelerado ciertos procesos, también. En tiempos prepandémicos ya se venía rumiando la idea de que el tempo que manejaba la industria de la moda no era el adecuado y que era necesario repensar la velocidad con la que esta se movía. La Covid-19 no ha hecho más que demostrar que el fast fashion, es decir, la superproducción masiva de prendas a bajo coste con una vida muy corta (normalmente una única temporada), debe dar paso a un nuevo ritmo basado en la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente. En este sentido, las generaciones Y, los famosos millenials, y la generación Zeta (los nacidos después de 1994) han sido determinantes. Se trata de un público mucho más consciente, que encuentra en la moda una herramienta con la que expresarse y que elige marcas afines a sus valores y a su identidad.

El sentido estético pasa así a un segundo plano, por lo que a las marcas les toca buscar, por tanto, una forma diferente de atraer y llegar a esos nuevos compradores. Pero no solo ha cambiado el consumidor, también la forma de consumir. El e-commerce se ha afianzado y se ha convertido en uno de los canales de venta más utilizados. De hecho, marcas como Zara, el buque insignia del grupo Inditex, ha anunciado una inversión de 1.000 millones de euros para apuntalar su negocio digital y el cierre de entre 1.000-1.200 tiendas físicas a lo largo de este nuevo año. La digitalización se impone, no solo a la hora de comprar, también a la hora de conocer las nuevas colecciones de los diseñadores y las tendencias que están por llegar. Durante la última semana de la moda de París, por ejemplo, fueron muchas las firmas que optaron por sustituir los desfiles presenciales por presentaciones virtuales o en streaming. Otras, como Moschino, explotaron al máximo su creatividad y se inventaron un desfile de temporada femenino en el que las modelos y los invitados fueron sustituidos por marionetas. Un show al que no le faltó detalle y en el que las muñecas lucieron los diseños que la marca planteó para esta próxima primavera-verano. Las redes sociales, con Tik Tok e Instagram a la cabeza, o el mundo de los videojuegos también se convierten en plataformas con las que mostrar cómo vestiremos en el futuro más próximo (Balenciaga ha sido una de las primeras firmas en unirse al movimiento gamer para presentar su colección de mujer de otoño-invierno 2021).

Sin duda alguna, si algo trajo consigo la Covid-19 fue el confinamiento y el teletrabajo. Ese momento crítico ha hecho que nos replanteemos nuestra relación con la moda y cambiemos nuestra forma de vestir. La ropa de deporte y las prendas ‘comfy’ (de punto, algodón, perfectas para estar por casa, que aportan calidez y confort sin renunciar al estilo) han pasado a conformar el grueso del fondo de armario. En el informe The Smart Side Of Fashion de la plataforma Vestiaire Collective, el marketplace online líder donde comprar y vender moda y lujo, se descubre que firmas como Adidas o Nike aumentaron en un 71% y 64% respectivamente la venta de sus prendas deportivas.

En el informe ‘Year In Fashion 2020’, publicado por Lyst, la plataforma de búsqueda de moda más grande del mundo, encontramos datos realmente curiosos como que las búsquedas de pantalones de chándal crecían, históricamente, durante los meses de septiembre a diciembre de cada año, pero el pasado 2020, durante el mes de abril, esas búsquedas se incrementaron en un 104% mes a mes. Eso, por no hablar del uso de la mascarilla, el complemento del que no nos podremos olvidar tan fácilmente como nos gustaría. Su uso obligatorio en la mayoría de los países ha hecho que tanto firmas de moda de lujo como marcas más accesibles como Mango, Parfois o Lefties se animen a trabajar en diseños originales con diferentes tejidos para competir así con las mascarillas sanitarias.

Si es cierto que con las crisis surgen nuevas oportunidades, al sector de la moda se le pone por delante el reto de reinventarse, de tomar impulso y cambiar algunas de sus dinámicas. Quizá sea el momento de quitarse de encima esa etiqueta de “segunda industria más contaminante del planeta” (según datos de la ONU, Organización de Naciones Unidas). Es tiempo de que las marcas reconecten con consumidores que han cambiado su visión de la moda y que han adoptado o están por adoptar un rol mucho más activo en la decisión de compra. La moda debe aunar los conceptos de tendencia y sostenibilidad, pues solo de esta forma se conseguirá pasar de la compra por impulso a la compra por necesidad.

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