El sabor de una gominola es inconfundible: su dulzor, su recuerdo a nostalgia e ingenuidad pueril… En definitiva, un cúmulo de sensaciones que vienen asociadas a momentos determinados de la vida de cada persona. No obstante, más curioso es descubrir –si cabe– que en la mayoría de las ocasiones todos esos instantes de felicidad infantil han estado asociados a una marca murciana cuyo origen reside en una fábrica de licores. ¿Posible? Real. ¿O acaso no le suena de nada Fini?
Esta empresa nacida hace casi medio siglo en Molina de Segura es la encargada de distribuir golosinas actualmente a más de 100 países. Quién se lo iba a decir a Manuel Sánchez, su fundador, quien “montó una empresa de licores y a la vez se fijó en el sector de las golosinas” para finalmente decantarse por la producción de éstas. Así lo narra a Capital su hijo, Antonio Andrés Sánchez, el actual presidente de Fini, quien argumenta que este proyecto nació como “una pequeña fábrica de chicle artesanal” en cuyos inicios “no esperaba conseguir llegar hasta donde nos encontramos ahora mismo”.
“Éramos muy pocos, pero como iba funcionando, fuimos aumentando poco a poco las líneas de producción y contratando trabajadores”, explica Sánchez, que vio cómo su padre fue desarrollando aquellos primeros chicles grageados y de carrete para el mercado nacional, pese a que ahora es él quien maneja un catálogo amplísimo de una multinacional con filiales en Estados Unidos, Brasil, Colombia, Italia, Chile, Reino Unido, Francia, Portugal y Perú. Y no sólo eso. Ahora también es él quien se dedica a innovar y a crear dichas golosinas.
“Para hacerlas es necesario que pensemos como lo hacen los niños”, señala éste para apuntar que sus reuniones de creación son “realmente divertidas”. Y es que no es tan fácil como parece. “Los niños son los consumidores más críticos y difíciles, pero si eres capaz de fidelizarles, los puedes mantener a lo largo del tiempo”. Por eso desde Fini insisten en “escuchar al consumidor”, el cual no tiene por qué tener todavía los dientes de leche.
Adecuación a los nuevos tiempos
“Nuestro consumidor principal tiene de 0 a 100 años”, reconoce éste, quien entiende que con el paso del tiempo “hay que saber adaptarse a las nuevas generaciones y a las distintas tendencias que evolucionan en el mercado”. Un cambio, una transformación, que ha visto de primera mano desde aquellos orígenes en la década de los 70 de esta empresa. Porque los niños de antes no son como los de ahora, aunque ambos mantienen el gusto por las golosinas.
El problema es que actualmente existe una mayor implicación social, sanitaria y gubernamental por reducir el consumo de azúcares en la sociedad. De hecho, el propio Ministerio de Consumo tiene entre sus máximas lograr reducir dicha ingesta. El motivo: el 54,5% de los adultos españoles tienen exceso de peso y el consumo de azúcares de la población española está por encima de las recomendaciones establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero, ¿cómo puede afrontar una fábrica de golosinas dicha realidad?
“En Fini hemos conseguido reducir en más del 30% el contenido de azúcares en todas nuestras familias, manteniendo en todo momento la calidad y el sabor de nuestros productos”, argumenta su presidente. Para ello han desarrollado gamas como la de los regalices gourmet, los cuales no disponen de colorantes, están libres de grasas, no tienen gluten y son aptos para veganos. Una variedad con la que buscan “satisfacer las necesidades y demandas de un espectro cada vez más amplio de consumidores”. Por eso esta empresa cuenta con “certificados Kosher para la distribución en el mercado hebreo y Halal para el mercado islámico”. Todo un abanico de posibilidades muy dispares cuya máxima es la misma: “Tienen que estar buenas y provocar ese momento de placer al degustarlas”.
Esa misma sensación es la que sintieron los miles de españoles que incrementaron su consumo de azúcares y golosinas conforme avanzaba la cuarentena vivida este pasado 2020. Un año que ha supuesto una prueba de fuego también para el sector.
Apuesta por la sostenibilidad
“Gracias a nuestra fuerte posición global, hemos conseguido obtener en términos de producción unas cifras muy similares en comparación con otros años”, apunta el presidente de esta compañía que comercializa más de 75 millones de
kilos de golosinas al año. “Hemos tenido que ajustarnos a la situación y tomar decisiones con rapidez para adaptarnos al contexto del momento y a las nuevas demandas del mercado”, insiste Sánchez. Un contexto que también solicita de una mayor implicación por parte de las empresas en materia medioambiental.
“Nuestra política pasa por la sensibilización ambiental, ya que contribuimos y fomentamos la protección y el cuidado del entorno de nuestros empleados, proveedores y clientes”, señala Sánchez. Para ello, en sus fábricas llevan a cabo buenas prácticas “orientadas al ahorro del agua, energía, consumibles y trato efectivo de los residuos”, al tiempo que han desarrollado “programas de prevención de la contaminación”.
Esta filosofía también la han aplicado a la Estrategia Española de Economía Circular promovida por el Ministerio de Transición Ecológica mediante la que se busca limitar el uso de plásticos de usar y tirar. De hecho, apunta el presidente de Fini, “el 70% de nuestros envases son 100% reciclables y nuestro objetivo es conseguir que lo sean en su totalidad en el corto plazo”.
Un tramo temporal que abarca 2020-2024, plazo que se han dado desde la empresa para poner en marcha un “ambicioso plan empresarial” en el que continuarán “lanzando nuevas referencias para ampliar el catálogo y seguir siendo la compañía que trabaja con todas las categorías”. Además, concluye Sánchez, Fini buscará “seguir siendo dinamizadores de empleo en la región” y apostar por “las estrategias win-win” en la que los clientes “sean uno de los ejes más importantes para Fini”.
