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De aquellos polvos vienen estos lodos

Es evidente que la humanidad vive mejor ahora que hace 100 años: el progreso científico avanza. Lo que en el pasado tenía efectos letales, hoy puede ser tratado mucho más rápidamente y con mayores garantías de éxito. No obstante, se ha considerado como una certeza que el desarrollo económico siempre iba a tener una dirección ascendente. Muy pocos estaban preparados para acontecimientos como el COVID-19: también porque la capacidad de muchas personas para cubrirse ante la adversidad ha sido cada vez menor. Generaciones inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial o a la Guerra Civil española advirtieron durante años sobre la necesidad de estar siempre preparados para hacer frente a cualquier tipo de catástrofe natural, ya sean guerras, pandemias u otro tipo de acontecimiento. Se trataba de personas que almacenaban todo tipo de víveres en el sótano de su casa. Sin embargo, mientras esas generaciones han ido desapareciendo, se ha ido forjando la idea de que este tipo de fenómenos no volverían a suceder en la sociedad contemporánea. Helmut Schmidt, ex canciller alemán y una de las principales conciencias de la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial, confesaba que le preocupaba el desconocimiento que tenían las generaciones recientes sobre la posibilidad de experimentar una situación inédita sobrevenida, en gran parte, resultado de no haber vivido una guerra. El presidente Emmanuel Macron ha utilizado repetidamente la equivalencia entre la situación actual con una guerra en sus alusiones a la nación. La guerra significa que la sociedad, la economía y la política tienen un solo objetivo: destruir al enemigo, cueste lo que cueste. Quizá no se pueda hacer una extrapolación exhaustiva entre la situación actual y una guerra, pero sí parece que, desde mediados del siglo pasado, no se había vivido una tragedia similar en la sociedad occidental. Estado de bienestar…
La apuesta de los fondos soberanos por el capital riesgo cada vez es mayor. En 2018 representaron un 10% de su inversión global. El capital riesgo se enfoca en la innovación y en la tecnología, que provoca más productividad, riqueza y bienestar. El apoyo de los fondos soberanos le añade un elemento reputacional y un compromiso político que se alinea con cuestiones como la agenda 2030 o los objetivos de desarrollo sostenible. Estos capítulos incluyen inversiones como ciclos de agua, infraestructuras o energías renovables en los que España es competitiva y líder en los mercados internacionales. Esta circunstancia hace que la alianza de nuestro país con los fondos soberanos pueda ser útil para ambas partes, y en cierto modo ya se está notando. “España está posicionándose cada vez más y mejor como destino de los fondos soberanos. Estamos entre los diez receptores principales. No solo hemos mejorado a nivel cuantitativo, sino también cualitativo. Antes hacían compras minoritarias en empresas y ahora realizan más de alto valor y alto componente tecnológico”, señalaba María Peña, consejera delegada del ICEX, en una presentación reciente de un informe sobre fondos soberanos. Los fondos soberanos invierten de manera muy dinámica en nuestro país. En los últimos años lo han hecho especialmente los del Golfo, Singapur y China. También el de Noruega, que es el más grande del mundo: “Han invertido intensamente en España, y cada vez con un afán de mayor diversificación”, añade Peña. La consejera delegada del ICEX piensa que es clave que continuemos ofreciendo a los fondos buenas oportunidades de inversión, y así seamos capaces de seguir atrayendo unos fondos que harán que nuestras empresas se hagan más fuertes. Susana Malcorra, ex ministra argentina y decana de IE School of Global & Public Affairs, resaltaba en la misma presentación el papel de los…